Una noche en el paraíso

Texto incluido en la antología de cuento, "Cenizas en el andén - cuentos de la ciudad", 2009.

Una noche en el paraíso


"El grito" - Edvard Munch, 1893.

El escritor de cuentos lleva dos noches sin dormir y sin escribir una sola línea. Está sentado frente a su computador, con la cabeza agachada sujetada por sus manos. Su vasta biblioteca le reprocha, lo presiona. Llora, una lágrima lo acaricia y él se deja consentir, lo disfruta. De repente, siente que empieza a experimentar un momento sublime, sólo para él, generado por él. Se deja llevar tratando de hallar una historia. La comodidad de la silla, la amplitud del espacio y la asepsia del ambiente, lo motivan, lo preparan para empezar a escribir. Levanta la cabeza, la luz del monitor ilumina de nuevo sus ojos pero se siente inútil, cobarde y no puede traducir en palabras aquellas sensaciones. Sus manos se congelan sobre el teclado, percibe que a su boca se la traga su rostro y no puede grita r. Intenta levantarse para correr y alejarse de la pantalla, para retirarse de ese escritorio, para salir de ese cuarto, de esa inmensa casa que pareciera que lo engulle, pero no puede. Súbitamente su cuerpo desaparece pero él sigue allí, sentado, sin poder cerrar los ojos, condenado a ver esa infinita hoja en blanco que lo reta, impedido para gritar, para huir, para pedir ayuda. Ha quedado atrapado dentro de sí. Su condición lo castiga.

El escritor de cuentos, luego de unas horas, quizá dos, quizá tres, recobra la calma. Se resigna y espera. Aún es consciente de que está ahí, aún lo está, lo está, lo es…tá.

Ahora una inmensa calle lo acoge, camina y siente paz, felicidad. Puede correr, gritar. Las luces de la noche se entrecruzan dando vida a un ser informe que lo abraza y lo acompaña. Intempestivamente, lo embargan miles de ideas y sentimientos. Todo traducible en palabras que se reflejan sobre el asfalto y que puede leer. Las grita y suenan bien y es feliz al sentir que son suyas. Durante toda esa noche lee sus cuentos que se mueven con él, que se reflejan en las vitrinas y en las paredes. Palabras que delinean las formas de su nombre. Ríe, llora, siente miedo, va de la tragedia a la comedia y se siente pleno: en el paraíso. Los automóviles pasan a su lado, raudos, se atropellan con sus palabras pero nadie se da cuenta, como de costumbre. Está solo pero no le importa, pues desde que se dedicó por completo a la escritura abandonó su ideal de amor, familia y hogar. Se ha acostumbrado a la soledad, le agrada, pues no tiene preocupaciones por nadie: sólo él y su obra. Escribes para el mundo pero el mundo no te quiere a ti, sino a tus personajes. Los odian y les echan culpas a ellos, no a ti. No reconoce la voz. No le interesa. Escribir es su vida. La noche declina y sus pasos se deshacen en un cruce. Cae, se desvanece… No teme a nada. Cierra los ojos y se deja seducir por el sueño, feliz.

De repente ya no se siente bien, tiene miedo, está acorralado, no puede gritar, no puede ver, no puede moverse. Es horrible, pero en medio de todo tiene conciencia. Sabe que es una pesadilla, así que no le importa. En la pesadilla no hay narrativa, de nuevo ésta lo abandona. No pasa nada, sólo sensaciones horribles. El escritor de cuentos no sabe qué hacer, no lo sabe, la masa de colores vuelve y ahora se lo traga. Muere y ya, esa es toda la historia, es consciente de su muerte. Nada más pasa.

Suena el timbre. El escritor de cuentos se levanta, agitado, y se dirige a la puerta, retira el pasador y abre. Es su esposa y sus dos hijos, quienes no pueden evitar la impresión al ver su rostro: está pálido, se ve agotado. Ella pregunta por qué pasó el seguro y por qué la demora para abrir la puerta. Él aún no tiene conciencia de cuál es la realidad, duda. Cuando se despeja, los saluda, los abraza, los besa. Alza a su hijo menor que aún es bebé y camina con él hacia la sala. Su hija le cuenta con emoción cómo la pasó el fin de semana en casa de la abuela, le cuenta del nuevo primo y de la aventura por la que tiene una raspadura en su rodilla. Piensa que de allí podría sacar un buen cuento, eso le genera emoción. Trata de olvidar lo que le pasó, la pesadilla. Se afirma en que sólo fue eso, una pesadilla, un mal sueño. Es consciente de que todo es a causa de la presión. Necesita un nuevo libro, el tiempo apremia.

Desea volver al escritorio para retomar su escritura ahora que tiene de dónde sacar una nueva historia. Se levanta del sofá y camina, camina, pero no ve su escritorio, ni sus libros, ni el computador. Solo una habitación con un par de camas medianas y ropa amontonada en canastas. Sale de aquel cuarto y se dirige a otro pero allí sólo hay loza sucia y una pequeña estufa. Está confundido, se desespera. Regresa a la sala, al sofá. Su esposa se sienta a su lado y, murmurando, le pregunta angustiada de dónde sacarán lo de los nuevos zapatos para la niña y lo de los pañales del niño. Él no entiende. Le preocupa la ausencia de su escritorio, su biblioteca y su computador. La mujer aún murmura y le reprocha el desorden, esas hojas blancas regadas por todo lado. “No hay con qué comer y tú te das el lujo de desperdiciar así los materiales de la niña. No me digas que sigues con tu jueguito de poeta, te he rogado que te olvides de eso. Más bien apúrate que Don Luis se disgustará si de nuevo llegas tarde al trabajo. Además recuerda que los martes después del festivo es cuando hay más actividad en el taller. Apúrate, ¡que Don Luis no se moleste!, porque no sólo nos harán falta zapatos y pañales, sino también techo y comida. Ve, mientras tanto yo recojo este desorden, además no creo que mi mamá nos reciba un fin de semana más, los niños andan muy inquietos y la han incomodado. Apúrate, que el tiempo apremia”. El escritor de cuentos la mira en silencio, alarmado.



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Comentarios

  1. Saludos.

    Excelente texto, me gustó mucho.

    Buena fortuna. ;)

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  3. Es un buen cuento, para tu edad tan corta, se ve una madurez en la parte narrativa.
    Un abrazo.

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  4. Felicidades por el libro Nata, excelente cuento!

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  5. muy curioso tu cuento es bueno me encanta tu prosa, enserio haces q el lector se meta en el video, me parecio sentir lo q sentia el escritor cuando se devuelve a su cruda realidad.

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  6. En verdad me atrapó el relato desde un comienzo; es una narración muy bien estructurada y sobre todo admiro mucho el buen uso del lenguaje. No en vano hace parte de un libro. Felicidades.

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  7. Muchas veces esa misma encrucijada ayuda al autor para romper esa capsula asfixiante y etérea que succiona a los escritores, me encanta la descripción de los personajes porque sometes a utilizar características inocentes de ellos y de vida cotidiana. Buenísimo post Angelo

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  8. El narrador en tercera abusa de su punto de vista.

    Dele la voz a los personajes.

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