Réquiem del vacío

"Autorretrato", fotografía. Natalia Castillo, 2010.


Este texto hace parte de un proyecto denominado Réquiem y está construido a partir de las respuestas que 60 personas dieron a la pregunta ¿Qué es el vacío para usted? 





Me someto al tedio de esta soledad intangible. Entro en un túnel que me insinúa la inmortalidad desde su profunda oscuridad: un espacio dispuesto para algo que ha dejado de existir. Sumerjo mis manos en la extensión del silencio y me siento perdida. Ahora debo creer en la nada y ver a través de ella, su inmensidad me divide, una y otra vez, a la mitad de mi mitad y su mitad, a la mitad de ella, de ella y de ella…

Falta la luz, la materia, el tiempo, mi cuerpo. Soy un espacio desocupado que espera ser habitado, un corazón que no siente, que no puede llorar: y contempla al cielo que lo hace por él. Un color acromático, una religión sin Virgen, un castillo maldito.




Me amenaza la impaciencia de una voz próxima, muchos ruidos sin nombre, un vértigo sin adrenalina que me posee, una ausencia que se repite,  un pensamiento que no entiendo. Un abismo que he creado: mi negación al sentir que vivo.



Es la condena que hoy oscurece más temprano en mis ojos. Es el vaho de una musiquita que agoniza como con ganas de morirse. Es la gente extraña que me intimida y me despoja de lo que tengo. Ese amor, ese nombre, ese color. Esa sensación de creer que el tiempo se acaba, ese agobio del aire y lo insoportable que se pone el cuerpo. Es despojarme de él, de esto, de aquello, de lo otro, de ti y de mi. Una desesperación que llena mi pecho (ese adiós es para siempre) un eco que resuena al amanecer...

Es no poder rescatar un recuerdo y olvidar el rostro del resplandor. Son los segundos suicidas de mis labios, la impaciencia de recordar, la felicidad fracasada que pasea descalza a orillas de un lago. Una ausencia perfecta, total y definitiva. Un espacio que queda entre dos materias que por más intentos no llegan a fusionarse. Es mi vida sin satisfacciones: tener lo que no significa realmente nada. Es un espacio muy pequeño, de hecho es lo más pequeño que existe, es el lugar en donde las ideas no llegan, un conjunto sin elementos.


Es lo que siento al preguntarme por él, es una buena pregunta para ésta, mi hora perfecta (4:25 a.m.) Es algo que no es, que no existe porque dejaría de ser. Es lo que hay en cada uno de los seres humanos en esencia y todo, me remite a tristeza y melancolía. Es como los días perfectos, esos que me han condenado a que los excesos de felicidad, inevitablemente, terminen en soledad. Es la ausencia absoluta de algo que desconozco. Es la sombra de lo imposible, una onda por la que se escapa mi alma, una circunferencia dentro de un cuadrado. Sólo un cuerpo, un ser inhabitado. La respuesta a la duda de la existencia.

El vacío es una mierda, que a la final, es nada.  Así que el vacío es la ausencia de todo, incluso de él mismo. Es la negación de mi existencia, es el Verdugo suicida que respira jadeante, y se contempla en el espejo. 


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© Natalia Castillo Verdugo



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