Consintiendo un Castillo
Natalia Castillo Verdugo. Fotografía, 2010.
No lastime más la confusión.
Regáleme sus ojos, quítese la piel, y cante mi canción.
Si no recuerda mi nombre,
su alma se perderá como una orca atrapada en una bahía.
Sé que la sonrisa se construye con pequeños pedazos de aire y cielo.
Y que el miedo se rompe con un sólo portazo.
Entonces cierre los ojos,
camine por un tapete movedizo,
tolere la deformidad de su rostro
y brinde en silencio.
(Ejercicios para una noche de despedida)
Deje ya de pensar en el color mentido de la luna.
Aprenda usted, a bailar con dolor,
que los andróginos saben tanto y más de belleza,
como el cielo de colores.
Entonces nunca le eche azúcar a un limón,
o conocerá el verdadero significado de tristeza.
Entienda, el ruido también agoniza, y la sombra no es un buen indicador de dirección esta noche.
Estando aquí, no estoy.
Ausente de su ventana,
con las manos ocultas bajo las mejillas,
pienso en el día,
y contemplo la muralla de su piel, Castillo.
Me encanta este poema Natalia...
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